La familia es la piedra angular sobre la que se construye la sociedad sana pretendida por el Islam y que invita a multiplicar sus fieles, ya que la familia es el medio en el que el niño pasa sus días o sus primeros años, y en ella encuentra su parte de amor, afecto y confianza. En ella aprende a cooperar con los demás, aprende la responsabilidad mutua y todo lo que es necesario para construir su personalidad deseada para que en un futuro sea positiva, útil y siga el objetivo trazado por los padres -base fundamental de la familia-, a pesar de que el resultado no siempre saldrá como ambos desean o esperan, debido muchas veces a factores relacionados con la formación que los padres tienen o la educación que han recibido. Este resultado divergente lo ilustra las palabras del Altísimo: “Hemos ordenado al hombre que se porte bien con sus padres. Su madre le llevó con molestia y con molestia le dio a luz. El embarazo y la lactancia duran treinta meses. Hasta que, al alcanzar la madurez y cumplir cuarenta años, dice: ‘¡Señor! Permíteme que Te agradezca la gracia que nos has dispensado, a mí y a mis padres, y que haga buenas obras que Te plazcan ¡Dame una descendencia prospera! Me vuelvo a Ti. Soy de los que se someten a Ti” Sura 46, Las Dunas, aleya 15.
En cambio, hay quien dice a sus padres: “¡Uf! ¿Acaso me prometéis que se me hará salir de la tumba cuando pasaron antes de mí otras generaciones? Y ellos –los padres-: pedían auxilio a Allah y dicen: ¡Ay de ti! ¡Cree! Lo que Allah promete es verdad. El decía: ¿Qué es todo esto sino leyendas y patrañas de los antiguos?” Sura 46, las dunas, aleya 17. Después de que Allah ordenase al hijo que se comporte bien con los padres, se le recuerda la obligación que tiene con ellos y con el bien que ellos le hicieron anteriormente, y muestra el resultado de los esfuerzos de los padres, que se representan en dos tipos de hijo: a) virtuoso b) disoluto o con pocos principios morales
Para el virtuoso tenemos las palabras de Allah: “…..hasta que, al alcanzar la madurez y cumplir cuarenta años, dice ¡Señor! Permíteme que te agradezca la gracia que nos has dispensado … y que haga buenas obras que Te plazcan” Este muchacho cuando alcance su madurez sentirá la grandeza de la gracia que su Señor le concedió a él y a sus padres, y se dirigirá a Allah pidiendo que le ayude a coger fuerzas para utilizarlas en el deber que tiene de agradecimiento hacia Él, y que le acepte las obras virtuosas que Le satisfacen, y que haga bien a él con su descendencia. Y esto es lo máximo que puede desear un ser humano virtuoso. Dijo el Altísimo: “‘Señor! ¡Haznos el regalo de que nuestras esposas y descendencia sean nuestra alegría, haz que seamos modelo para los temerosos de Allah!” Sura 25, El Criterio, aleya 74.
Para el disoluto, tenemos estas palabras que nos menciona Allah: ”Y dijo a sus padres ¡Uf! ¿Acaso me prometéis que se me hará salir de la tumba cuando pasaron antes de mi otras generaciones” Lo primero que sorprende en este muchacho es la desobediencia hacia sus padres creyentes y el rechazo de la piedad de ellos y de sus buenas obras, lo cual se ve claramente en las palabras desvergonzadas que les dirige: “ ¡Uf¡“, luego va más lejos en la apostasía y en la repulsa hasta el punto de que niega la existencia de la vida después de la muerte con el endeble argumento de: ¡Uf! ¿Vais a prometerme que me sacarán de la tumba cuando han pasado tantas generaciones anteriores a mí? Es decir, que según el hijo, ellos se fueron y ningunos de ellos volverá. Los padres, cuando escuchan a su hijo su apostasía de Allah y la desobediencia a ellos, se asustan y le dicen: ¡Ay de ti! ¡Cree! Lo que Allah promete es verdad. Pero responde: “Esto sólo son leyendas y patrañas de los antiguos.
El resultado del esfuerzo que realizan los padres con los hijos puede ser dulce o amargo. Y de la misma manera que el ser humano siente alegría y felicidad con el resultado positivo; se desespera y entristece con el resultado amargo, que la mayoría de las veces aparece pasado el tiempo. Esto nos hace recordar la llamada que nuestro profeta Nuh (Noé) -sobre él sea la paz- hizo a su hijo antes de que éste falleciese: “Entonces Noé llamó a su hijo que estaba aparte, ¡Hijo mío! Sube con nosotros y no estés con los incrédulos. Su hijo dijo: Me refugiaré en una montaña que me librará del agua. Le respondió Noé: Hoy no habrá nada que libre del mandato de Allah excepto para aquel del que tenga misericordia. Y las olas se interpusieron entre ambos quedando entre los ahogados” Sura 11, Hud, aleyas 42,43. De aquí podemos extraer el miedo que tenía a que el muchacho tuviese ese final miserable a pesar de que, con el permiso de Allah -alabado y excelso sea- se había dispuesto para él un final feliz. Todos los padres y todas las madres procuran siempre el bien de su hijo.
Podemos poner como ejemplo a nuestro señor Ibrahim (Abraham) –sobre el sea la paz-, a quien, después de que fuese leal a Allah y completase lo que Él le encomendó, le llega la buena noticia informándole de la concesión del liderazgo sobre su pueblo: ”Voy a hacer de ti un dirigente” Sura 2, La vaca, aleya 124. Ibrahim estaba preocupado con el asunto de la descendencia e inquieto por el destino religioso de ellos, por eso tomó la iniciativa de preguntarle a su Señor: “¿Y lo harás también con mis descendientes?” Sura 2, La vaca, aleya 124. Quería que ese liderazgo tuviese continuación tras él en sus descendientes, su nieto Jacob -sobre él sea la paz-. Cuando el mensajero le vino a Jacob con la noticia de su hijo Yusef (José) –sobre él sea la paz-, “Jacob le preguntó: ¿Cómo le dejaste? Respondió: Le deje visir de finanzas en Egipto. Dijo Jacob: Yo no te pregunté eso. A lo que respondió el mensajero: ¿Entonces sobre qué me preguntas? Te pregunto sobre la religión. A esto el mensajero le contestó: Le dejé en el Islam. Ante esas palabras nuestro señor Jacob dijo: Ahora se ha completado la gracia”.
El asunto es serio y no se puede tomar a broma. Dice el hadiz:”Quien teme -se suele entender a los asaltadores de caminos– parte al anochecer, y quien parte al anochecer alcanza”. Ciertamente, la salvación se encuentra en Allah y después en la educación, luego en la educación y luego en la educación. La educación de los muchachos es una operación difícil y larga que precisa, especialmente en este país, de un esfuerzo doble. Para saber que la educación es difícil y agotadora nos basta con meditar sobre las palabras que tuvo Allah acerca de nuestra señora Mariam: “Su Señor la aceptó con buena acogida, hizo que se criara bien” Reflexionemos sobre la palabra “hizo que se criara”. Vemos que la educación se parece a una operación de cultivo, en la que se ara, se siembra, se riega y se modela, hasta que la planta se nivela sobre su tallo. Tener unos buenos hijos no se consigue solo con los deseos, hay que hacer algo más. Sí, a veces son buenas las espinas en las rosas y sale de un malvado un virtuoso, pero esto no es lo normal, lo normal es que “La buena tierra de sus frutos con permiso de su Señor, sin embargo, la mala no dé sino escasez” Sura 7, Los lugares elevados, aleya 58. Lo normal es que todo nacido se crie según la naturaleza de sus padres: si son judíos salen judíos, si son cristianos, salen cristianos, y lo mismo ocurre con los zoroástricos. Si -como se dice- la gente sigue la religión de sus reyes, pues los hijos salen según la religión de sus padres y de sus madres.
Con esto llegamos a la pregunta que nos habíamos planteado al principio: ¿Por quién se comienza en la educación: por los hijos o por los padres?: La respuesta está clara, se comienza por quien desempeña la función de educar, y son los padres y las madres. Pero ellos -los padres y las madres- también requieren educación y formación, ya que pueden tener puntos débiles o incapacidades que deben solucionar con aprendizaje y trabajo. Pues aquel a quien le quedó algo por aprender cuando era pequeño, debe procurar aprenderlo ahora; y aquel que estuvo afectado por un mal o un vicio, como, por ejemplo, fumar, durante su adolescencia, pues debe esforzarse por dejarlo hoy antes que mañana. Y aquel que estuvo negligente en la realización de sus deberes religiosos o los ha abandonado, pues debe poner límites y solución a eso al instante. Ocurre que los padres quieren dar o enseñar cosas a sus hijos, pero si ellos mismos no las poseen, ¿qué les van a dar? Realmente aquel que se ve incapaz de educarse a sí mismo y modificar su conducta, es imposible que eduque a otro. El Profeta -Allah le bendiga y salve- antes de llevar a cabo su llamada a la gente para que creyesen en él como enviado y creyesen en lo que descendió sobre él de religión, tuvo él mismo fe en ello. Dijo el Altísimo: “Tuvo fe el enviado en lo que hizo descender sobre él su Señor”, pues sin duda el primer creyente en esta comunidad es nuestro profeta Mohammad –Allah le bendiga y salve- , y no Abu Bakr – Allah esté satisfecho de él- .
En cuanto a la responsabilidad, ciertamente la responsabilidad del ser humano antes del matrimonio no es la misma que la que tiene después del matrimonio, y ciertamente el ser humano después de tener hijos es diferente del ser humano antes de tenerlos. El padre y la madre, lo quieran o no, son educadores de sus hijos, educadores de ellos de pensamiento y obra. Si el ejemplo y la obra de ambos son buenas y las intenciones satisfactorias, éstas serán llaves para el bien y la guía a él. Y si no, pues no.
Se dice que la educación tiene diferentes métodos y medios de enseñanza. Pero, ¿cuál es el mejor método y el medio más beneficioso para la educación de los niños? Existen muchos métodos y medios de enseñanza para educar, entre ellos tenemos la educación de los hábitos. Por ejemplo, si durante tres años se le indica que debe rezar y se le da ejemplo, esto va germinando en el alma del muchacho y se acaba por convertir en un hábito.
Entre los métodos de educación tenemos también la educación observacional. En este método se hace un seguimiento de lo que lleva a cabo el muchacho y se le proporciona la orientación adecuada en el momento adecuado. Un origen de este método lo podemos observar en las palabras que el Profeta -Allah le bendiga y salve- dirigió a su compañero Ibn al-Saudá: “Tú eres un hombre en el que hay ignorancia”. Por otra parte, también tenemos la educación por el gesto o la señal. Por ejemplo, si el muchacho comete un error ante los invitados, es suficiente con hacerle un gesto o una señal para indicárselo y que lo pueda corregir.
Sin embargo, el mejor de todos estos métodos es la educación silenciosa, la educación con el buen ejemplo, que sean los hechos y comportamientos diarios de los padres y de los educadores un ejemplo vivo y un modelo honesto. Es el método que utilizó el Profeta – Allah le bendiga y salve- con sus compañeros – Allah esté satisfecho de ellos-, pues él, cuando fue enviado como maestro, su objetivo al enseñar a sus compañeros era que transformasen en obras útiles y cualidades loables todo lo que aprendían de él en la vida diaria. Y sus compañeros – Allah Altísimo esté satisfecho de ellos-, cuando creyeron en él, le amaron y le trataron, vieron como sus actos morales expandían su luz sobre ellos, ya que era el mejor ejemplo.
Por esto, es una persona odiosa para Allah aquel que dice y no actúa. Dice Allah: “¡Creyentes” ¿Por qué decís lo que no hacéis? Allah aborrece mucho que digáis lo que no hacéis”. Sura 61, La fila, aleyas 2, 3. Eso se refiere a la influencia sobre el alumno, especialmente sobre el niño, de la intención del educador y su comportamiento, pues el niño no diferencia entre los principios morales y las personas, y no entiende el dicho “Cosecha los frutos y deja la rama para el fuego”, así que a los ojos del niño todo lo que hace el educador está bien, por eso se dice: “La sombra no es recta y la estaca está torcida”. A este respecto, el imam Ibn al-Qaym -Allah tenga misericordia de él- tiene unas valiosas palabras. Dice: “Ulemas del mal se sentaron a las puertas del paraíso llamando a la gente con sus palabras, empujándoles a ellas con sus actos. Y cada vez que decían venid, sus hechos decían volved. Si fuera bueno aquello para lo que les llamaban, hubiesen sido los primeros en hacerlo. Aparecen como guías hacia Allah, pero en verdad son salteadores de caminos”. Estas palabras no se refieren únicamente a los ulemas, sino que se puede aplicar también a todos los que ejercen la educación o a los que llevan a cabo la predicación del mensaje de Allah (da`wa) y hacen lo contrario de lo que dicen. Y es que muchas veces no cumplimos con lo que predicamos. Tenemos el caso del padre que ordena rezar a su hijo y él, en cambio, no reza; o le prohíbe fumar, y él fuma; o quiere que se esfuerce en adquirir el conocimiento, mientras que a él personalmente eso no le interesa. Todos estos no sirven para educar, sino que, por el contrario, la mayoría de las veces la educación que dan obtiene los resultados contrarios a lo que se pretende presuntamente. De aquí surge la necesidad que tiene todo padre, madre o educador de observarse y evaluarse a sí mismo en cada movimiento o silencio que mana de él, porque eso va a estar registrado y se le contabilizará a él y sobre él, tanto si desea el bien para el otro o le aleja de él.
Por último, tenemos que decir que los padres, a pesar del esfuerzo que hacen por mejorarse a sí mismos, siempre están limitados por deficiencias o expuestos al error. La impecabilidad solo se encuentra en el Profeta, por eso ellos tienen la obligación de, si cometen cualquier error delante de sus hijos, reconocerlo al instante, ya que justificar su error o excusarlo es un asunto que no beneficia a nadie. Dice Allah Altísimo en boca de nuestro señor Shueib -sobre él sea la paz- “ “Y no quiero ser distinto de vosotros en lo que os prohíbo, sino tan solo corregir aquello que pueda: yo no puedo estar bien encauzado sino es por Allah, en Él me apoyo y a El vuelvo. Sura 11, Hud, aleya 88. Sólo Allah guía a la Verdad. Gloria a Tu Señor, Señor del Poder, que está por encima de lo que le atribuyen, y la paz sea con los mensajeros. Alabado sea Allah, Señor de los mundos.